Los amigos también se van

En la vida me ha costado creer muchas cosas y esta ha sido una de ellas: saber que los amigos también se van, que en cualquier momento pueden empacar maletas y tomar un tren sin tiquete de regreso, ni decir adiós.

Que unos buenos días pueden ser reemplazados por ausencias y preguntas que apuntan a que algo hice mal.Y esas dudas me han perseguido durante años.

No importa lo mucho que avance, cada vez que alguien se va de mi vida, los interrogantes llegan en forma de visitas inesperadas y melancólicas a recordarme que tal vez, solo tal vez, no soy lo suficientemente buena para sostener relaciones durante largos años y eso aunque no quiera, termina doliendo en lo más profundo.

Siempre pensé que en la vida se iban las parejas, pero que los padres, los amigos y las mascotas, tenían en común una programación biológica y fraternal para estar siempre contigo. Pero no es así y hoy colecciono curitas para que la sal me arda menos en la piel.

He contado las veces que he estado y me han fallado, qué he sostenido y me han soltado; las horas que he escuchado y he agarrado y al final te das cuenta que no importa cuanto des, ni cuánto te esfuerces, algunas personas no se van a quedar y otras no sabrán cómo hacerlo y el resultado será igual: se irán.

Y ¿cómo le pides a alguien que se quede cuando ni sabe que se está alejando?

¿Cómo le susurras a tu amig@ que la extrañas, cuando hace mucho tiempo se marchó?

¿Cómo le dices que aquí sigues cuando no alcanzas la barrera que creó?

Cómo le explicas a esa parte de ti que los amig@s también se van, que las tardes de risas serán sustituidas, que los viajes anuales tendrán otros rostros, que las comidas de domingo ya no sabrán igual.

Cómo te dices que algunas cosas cambiarán, que ya no habrán excusas presenciales para echar chisme, ni cafecitos escondidos en la ciudad para no perder la costumbre de verse, ni llamadas a medianoche que ayuden a aliviar la tormenta.

Y entonces te preguntas, a quién llamarás a contarle que tus exámenes van mejorando, que llevas días alejada de la depresión y que por suerte la montaña rusa en la que vives está fuera de servicio.

Con quién tendrás podcast interminables vía whatsapp, porque la distancia aún no se acorta con deseos o llamadas eternas para hablar siempre de lo mismo. Con quién te reirás de los recuerdos del colegio, de las citas fallidas, de la mala puntería de cupido.

A quien invitarás a conciertos matutinos, con quién recorrerás festivales, quien sostendrá tu mano cuando todo te duela, a quién escucharás con amor una y otra vez …

Y en medio del vacío que dejan las preguntas,  te acuerdas que nadie sostuvo tu mano, que nadie llamó a preguntar como estabas, que nadie supo que algo te dolía, que nadie abrió el paraguas, que nadie contestó el teléfono…

Y aunque duela, vuelves a abrir tu lista de signos de interrogación melancólicos y tratas de entender que te faltó, en que fallaste, si debiste estar 5 minutos más o si te quedaste demasiado tiempo.

Y tratas de justificar sus ausencias y por más que toques la puerta de las dudas no hay respuestas, porque al final, a veces no se trata de ti, se trata de los que se marchan, de los que no saben quedarse, de los que prefieren irse antes de decir lo siento, antes de preguntar cómo puedo estar para ti. Y en esa lista, también están los que simplemente se van, porque ese hilo que alguna vez tejieron juntos, se rompió en alguna parte del camino.

Los amigos también se van y aunque duela, a ellos también debemos aprender a decirles adiós.

2 comentarios

  1. Gracias por abrigar con tus palabras nuestros corazones y definir tan bien tantos sentimientos que llevamos represados sin saber siquiera que son.

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